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Akihito, el Emperador del Pueblo. Crónica de una visita al Palacio Imperial.

Cada 2 de enero es tradicional que el Emperador Akihito salude al pueblo japonés para desearles un buen año. Al enterarnos de esto, nos pareció una buena idea ir y ser testigos en primera persona de semejante evento. Nuestro viaje comienza desde temprano, tomando el tren para llegar al Palacio Imperial, hogar del ya mencionado Emperador. El palacio está rodeado por un hermoso jardín el cual alberga un amplio espacio con diversa flora y fauna y, como ya se deben haber imaginado, tiene por nombre Jardín imperial.
 
Al llegar ahí, comenzamos a darnos cuenta de que este no iba a ser un evento común y corriente. Cada vez más gente iba llegando al recinto, haciendo filas y esperando pacientemente a que el malón de gente avance. (Es muy importante destacar la paciencia, amabilidad y respeto de los japoneses al momento de hacer la fila. En ningún momento nadie empujó, ni se quiso adelantar, ni peleó con la policía.)
 

Hablando de la policía, ellos juegan un papel fundamental en este día. Para salvaguardar tanto la vida del Emperador y su familia como la de las personas que lo vayan a ver, un mega operativo de seguridad es montado dentro y fuera del Palacio. Al ser un evento tradicional, cada uno sabe qué tarea debe cumplir. Guiar a las personas, cortar el tránsito e incluso revisar los bolsos de todos aquellos que deseen ingresar al recinto son algunos ejemplos.
 
Luego de un par de horas de espera finalmente estamos a punto de ingresar al Palacio propiamente dicho y no podemos dejar de sorprendernos con el diseño y la decoración de algunos objetos que allí se encuentran.
 
Los castillos tampoco se quedan atrás, por el contrario. Estas maravillas arquitectónicas son el puro reflejo de la cultura nippona.
 

Una vez más, la policía colaboró con el orden y la organización. Asegurando un lugar a todos aquellos afortunados que asistieron temprano.
 

Cuando nos dan la orden, procedemos a ubicarnos en el que será nuestro lugar.
 

No fue hasta que estuvimos ahí que entendimos la magnitud de dicho evento. Ver al Emperador no es algo que pueda pasarte todos los días. Y lo mejor es ir temprano, cargado de paciencia para poder encontrar una buena ubicación.
 

Finalmente la espera valió la pena. Estuvimos a escasos metros de Akihito, 125° Emperador de Japón. No hizo falta avanzar más metros ni tampoco hizo falta remontarse a los libros de historia del secundario, solamente bastaron cinco minutos para comprender que incluso hoy la figura del Emperador muy querida y respetada por su pueblo. En esos cinco minutos felicitó a cada uno de los presentes y deseó un buen año lleno de paz, en tiempos violentos que hoy la sociedad japonesa está atravesando.
 

Nuestra aventura termina de esta manera, cansados luego de un largo viaje y muchas horas de espera, frente a una de las salidas del Palacio, la cual muestra perfectamente dos realidades bien distintas entre sí que se adaptan y combinan para formar una hermosa amalgama: la ciudad y la naturaleza, lo moderno y lo tradicional, e incluso y por qué no, el yin y el yan.

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